El costo-beneficio
de los impuestos
Eloy Dewey Castilla.
Cuando pagamos los servicios de luz, agua, teléfono, celular, cable, salud, aunque sean de un monopolio público, privado o mixto, buscamos tener un intercambio lo más justo posible, o sea que el servicio que recibimos sea acorde a nuestras expectativas para estar satisfechos. Quiere decir que el costo de tenerlo es proporcional al beneficio obtenido.
En los impuestos opera un mecanismo semejante: pagamos IVA en lo que compramos, nos quitan el impuesto sobre la renta cuando nos pagan y por las utilidades que se obtengan, el impuesto predial por los bienes inmuebles que se posean, el impuesto sobre nóminas por un porcentaje del valor de la nómina que se tiene, cuando se compra un inmueble o un automóvil, hay impuestos especiales al igual que en los cigarros y los alcoholes, y los que van incluídos en el precio de las gasolinas.
Los ingresos van a parar al municipio, estado o a la federación.
De cada uno de ellos recibimos diferentes servicios, desde la recolección de basura, el alumbrado público, calles, bulevares, carreteras, policía, ejército, seguridad nacional, educación y salud pública, prevención de riesgos, mantenimiento de parques, de jardines y bulevares, etc.
Como ciudadanos, cuando percibimos que los impuestos son altos es porque no estamos recibiendo a cambio los servicios públicos con la calidad esperada.
Igualmente las empresas, cuando perciben que lo que se paga de impuestos es superior a los beneficios recibidos, se ven desalentados en sus objetivos de crecimiento futuro.
En ambos casos, sienten recibir menores beneficios por los pagos que hacen, lo cual se le llama intercambio injusto o menor a lo esperado.
En los países escandinavos, los ciudadanos llegan a pagar hasta el 50% de sus ingresos en impuestos, y las empresas también por las utilidades que reportan. Aún así los pagan porque su bienestar social es muy alto.
Como ciudadanos quisiéramos que cuando menos el intercambio fuera “justo”, es decir que cuando menos percibiéramos que por lo que pagamos recibimos un equivalente en servicios y bienestar.
Sería mucho mejor que pagáramos los impuestos y percibiéramos que recibimos más a cambio, o sea un intercambio en exceso a lo pagado.
El malestar social se genera cuando se pagan los impuestos correctamente y no se recibe a cambio algo equivalente.
Si la ciudad es insegura, las calles sucias, pobremente iluminadas, educación sin calidad, un servicio médico mediocre, recolección de basura con fallas, calles con baches, jardines en mal estado, parques públicos descuidados, impartición de justicia parcial y lenta, derroche público de recursos en actividades no prioritarias e innecesarias, etc. Seguramente la insatisfacción se traduce en malestar o en descuerdo con los impuestos que se pagan.
Es cuestión de balance entre lo que se da y lo que se recibe.
Cuando sólo unos pagan correctamente sus impuestos y otros no, o medio que lo hacen o los eluden, también hay malestar.
La autoridad de cualquier nivel de gobierno bien haría en conocer de estos temas con estudios de opinión pública y enmendar sus fallas y fortalecer sus aciertos para vivir en armonía.
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